Llevaba una semana sentado en el acantilado.
Había llegado allí una tarde y se había quedado para ver el anochecer.
Mientras que esperaba a que el sol terminase su recorrido por el cielo había dirigido su mirada hacia abajo, había cruzado la playa y sus ojos verdes se habían posado sobre el espigón que protegía los barcos del fuerte oleaje en los días de tormenta. Al final del mismo se encontraba la salida del puerto, con sus barcos yendo y viniendo.
No sabía por qué, pero desde entonces no se había movido. En todo este tiempo un par de personas habían pasado a su lado y charlado un rato con él, pero la mayoría del tiempo estuvo solo.
A decir verdad, era el lugar donde más tiempo había estado desde hace varios años, cuando empezó la marcha.
Su paso por la ciudad tenía que haber sido rápido. Llegar, coger un barco y seguir camino. Pero allí seguía, una semana después.
En aquellos siete días había estado pensando mucho. Aunque, a decir verdad, la mayoría del tiempo se había limitado a dejarse arrullar por el sonido del romper de las olas.
Con el nuevo amanecer empezó a plantearse no coger el barco. No sentía el impulso de hacerlo. Quizá se decidiera a seguir andando por la costa. Coquetear con el mar en playas y acantilados, para alejarse un poco en algún tramo difícil, y encontrarse de nuevo unos kilómetros más allá. Puede que, incluso, se quedara en el pueblo por un tiempo.
Todo este tiempo caminando le había cambiado. Ahora era más sereno, se había acostumbrado a que la distancia entre pueblos era la que era y no podía cambiarse. Había aprendido que el agua moja en todos los paisajes lo mismo, aunque no todas las lluvias son la misma. Se había acostumbrado a escuchar, más que a hablar, porque no tiene sentido hablar cuando estás solo, pero que escuchar a tu alrededor tiene mucha utilidad. Su mirada se había vuelto dura y árida, como los desiertos de roca que había visto, pero cálida en el interior, como una gruta con un fuego tras una tormenta.
Ya no le empujaba la necesidad de seguir hacia delante.
En cualquier caso sabía que la tendencia estaba rota, que puede que algún día reiniciase la marcha, pero que esa marcha había llegado a su fin.
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