Pero no, no fue de esa nostalgia en plan echar de menos a alguien y que te deja tocado. Era más un sentimiento de alegría por haber vivido ciertas cosas, una especie de sentimiento de felicidad. Me sentí profundamente afortunado.
Un verano de hace ya tres años tiene la culpa.
Después de estar tres años intentando conseguir una beca de verano, por fin acabaron dándomela y no me decepcionó. Creo que ese verano hay que calificarlo como uno de los mejores de mi vida. Ciertos amigos los sigo conservando y son muy buena gente. Todo salió a pedir de boca.
¿Curiosos? Ahí os dejo un resumen visual. 160 estudiantes oficiales y otros tantos fuera del programa.
¿Dónde está Wally?
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