- Pues sigo pensando que lo peor es un corazón roto, -habló rompiendo el silencio que les envolvía, aunque no se podía decir si para hablar con su acompañante o meramente pensando en voz alta- lentamente, por trozos, que se te vaya desgarrando fibra a fibra, sintiendo como cada célula se rompe y estalla. Dando tiempo a extender el dolor a todos los rincones. Un dolor continuo y lacerante, derrumbando uno a uno todos los límites del individuo, socavando su moral, que le parezca que aquello no va a tener fin.
- Ya te he dicho que eso depende. -contestó el mayor de ellos parando el balanceo de los pies- Hay teorías que dicen que es peor un movimiento seco y rápido, zas! mano en el pecho, zas! mano fuera y corazón arrancado. Lo que sigue entra en el mundo de lo psicológico. La víctima se encuentra desorientada. De repente carece de sentimientos, se convierte en una especie de zombie. Se encuentra perdido de si mismo, sufre una completa ausencia de motivaciones, sueños, esperanzas o cualquier otra cosa que le empuje hacia delante. Ese vacío, esa incomprensión de lo que le rodea y de su propia existencia le tortura en cada momento. Sin un razón para hacer las cosas, no tiene satisfacción alguna y se precipita en su propio abismo.
- Pero... ¿y el dolor?
- Veo que todavía te quedan cosas por aprender. Ya seguiremos hablando de esto en otro momento -se levantó despacio-, ahora tenemos trabajo. No vaya a ser que lleguemos tarde y el alma de hoy se nos salve.
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