... mis pertenencias. Así me encuentro.
Después de haber sobrevivido:
- A los primeros años de cole con sus etiquetas para no confundir nada con lo de otros niños (que sólo me faltaban etiquetas para echar al baño antes de tirar de la cadena para que quedara claro lo que era mío y lo que era de otros niños).
- A los primeros campamentos, que para no perder ropa guardaba todo muy bien y luego me pasaba quince días sin cambiarme no fuera a ser que perdiera algo de la que sacaba la ropa. Y eso que llevaba todo con etiquetas con mi nombre, apellidos, dirección, teléfono, nombre de mis padres, número de hermanos, número de dientes de leche y definitivos y pelos de la cabeza.
- A ir quitándome etiquetas poco a poco. Empecé por la de la nuca, que se me había quedado pequeña y además se oxidaban los tornillos en la piscina.
- A dejar de llevar etiquetas y no perder nada.
- A la taquilla de la universidad, que allí la palabra propiedad era desconocida, por no decir proscrita.
Y no perder excesivas pertenencias...
Me dio por contratar un seguro para mi tarjeta nueveciiiiita, que ahora te la copian y te dejan en huesos. Total, que el otro día me llegó un conjunto de tarjetas identificativas: para el móvil, la tarjeta, la cartera, las llaves, las otras llaves, el otro móvil...
Así que he sufrido una regresión a la infancia total.
Cuando llegue al trabajo después de las vacaciones y coja mi tarjeta con mi nombre (allí también tengo de eso, sí, como en el cole) voy a preguntar a la seño que dónde están mis pinturas de dedos, para pintar los dibujos que tengo que hacer, y mi baby, que no me puedo manchar la ropa.
viernes, agosto 12, 2005
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