sábado, abril 28, 2007

Al despertarse lo primero que vio fue su pelo sobre la almohada. Ella seguía dormida de espaldas.

Él no hizo ningún ruido, sólo se quedó mirando. Se dedicó a disfrutar de el cuerpo que tanto le gustaba, ya que cuando ella estaba despierta empezaba a decir que no la mirara así, por mucho que él se lo explicaba. Posando sus ojos en cada detalle de la obra de arte que dormía a su lado que, incluso ahora, después de tanto tiempo, seguía sin creerse que siguiera allí. Pese a que lo conocía perfectamente, le encantaba intentar memorizarlo, cada lunar, cada peca, cada pequeño pliegue que se formaba según la postura adoptada por ella.

Por fin, se dedicó a recorrer la silueta que se dibujaba en las sábanas, pero sin tocarla, sólo siguiendo el contorno con sus manos, sin querer despertarla, sabiendo lo que era tocarla, pero sin prisa por que sucediera.

Finalmente, se acercó para respirar a través del aroma de su pelo y susurró las palabras que no le decía nunca, pese a lo mucho que a ella le molestaba que se negara de pronunciarlas.

- Yo también a ti, tonto- le dijo dándose la vuelta y besándole suavemente-. Buenos días.

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